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La semana pasada te propuse iniciar una especie de autoevaluación sobre cuál es tu forma de comunicarte en determinadas situaciones.

Y por supuesto que continuaremos con este objetivo en próximos mails.

Pero esta semana he decidido hacer un paréntesis para hablarte de algo que considero importantísimo y que me han expresado personas con las que he trabajado en los últimos días en sesiones, cursos y formaciones: la dificultad que les supone poner límites.

A veces el hecho de decir que no o incluso sostenerlo una vez que se dice, supone un mundo.

Así que ese es el tema del que quiero hablarte hoy: Cómo aprender a expresar límites que nos cuiden.

Y voy a hacerlo partiendo de una experiencia personal. Ya sabes lo que me gusta tirar de ejemplos…

Mi hija Alba, adolescente, me pide quedarse con sus amigas hasta la 1 de la mañana, algo que despierta en mí preocupación y malestar.

Vamos a ver qué podría hacer si no tuviese herramientas de CNV para gestionar la situación.

OPCIÓN 1: Cuidar solo de mi necesidad. A mí como madre la propuesta me estimula el miedo y respondo con un “¿Tú te has vuelto loca? ¡Sí, claro, que te los has creído! Y, en caso de insistencia por su parte, le digo que se queda sin salir esa noche.

OPCIÓN 2: Cuidar solo de su necesidad. Pienso que el problema es mío, que soy una exagerada, pienso que si le digo que no se va a enfadar… Y le digo que sí, tragándome todo mi miedo.

¿Cómo lo hago, sin embargo, desde la Comunicación no violenta?

Mediante estos 4 pasos:

  1. Identificar y sentir qué pasa en mi cuerpo. Es decir, al escuchar la petición de Alba mi cuerpo, por dentro, me está diciendo: “a mí esto no me cuida”.

  1. Construir internamente límites. Y aquí la pregunta que me tengo que hacer es: “¿Qué necesidad mía no es tenida en cuenta a través de su petición? Obviamente, mi necesidad de contribuir a su seguridad y protección. Y si le permito quedarse hasta la 1, esa necesidad no quedará cubierta.

  1. Expresar con empatía las necesidades del otro. Le hago saber a Alba que estoy escuchando su petición y que entiendo que para ella es importante divertirse con sus amigas. Y también le explico que esa hora de llegada no implica la seguridad que yo quiero aportarle. Su propuesta no nos cuida a los dos: solo a ella. Con lo que le propongo que negociemos.

  1. Sostener y negociar. Aquí llega el momento de buscar alternativas poniendo foco en las necesidades de ambas. Por ejemplo, fijar la hora de vuelta en las 12, o, en caso de resistencia por su parte, en las 12:30 yendo yo a buscarla. Así estaremos cubriendo tanto su necesidad de diversión como la mía de protección.

Como ves, el límite desde las necesidades nos cuida a las dos. Y a su vez apunta a la acción.

No limitamos la necesidad de ninguna de las partes (recordemos que esta se tiene, no se elige), sino que negociamos la acción que cuidará de ambas necesidades.

¡Te invito a que lo intentes tú también en situaciones similares!

Y también te recuerdo que la semana que viene continuamos con la autoevaluación que habíamos iniciado, ¡así que no me pierdas de vista!


Un abrazo enorme,

Elena.

 
ELENA DIEGUEZ BASALO, Calle Bulevar de Cuarte 3 piso 4 A , 50410 Cuarte de Huerva, Zaragoza, Spain


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